EL CUIDADO DEL CUIDADOR

¿CÓMO AFRONTAMOS CUIDAR A UN SER QUERIDO?

Cuando hablamos de un cuidador nos referimos a personas que por elección personal tienen que dedicar parte de su vida o su vida entera a cuidar a un ser querido. Esto conlleva dificultades para asumir los retrocesos y avances en el progreso de la enfermedad o en vida del ser querido y, sobre todo, el trato que pueden recibir de esa persona que se encuentra en una situación no elegida y cuyas emociones son negativas dado que no quiere sentirse dependiente y al cargo de su ser querido.

Para que un cuidador pueda cuidarse y a la vez mantener su integridad psicológica ha de tener resiliencia. La resiliencia se define como la capacidad que tenemos las personas para adaptarnos a situaciones vitales estresantes y salir fortalecido de ellas. Para llegar a ser resiliente un cuidador ha de confiar en sí mismo y en el otro, reducir su estrés y desarrollar sus fortalezas personales.

A menudo cuando estamos en una situación dolorosa no nos resulta fácil encontrar motivaciones suficientes para salir de la espiral de sufrimiento y parece que en ese momento todo se vuelve aún más complicado.

Cuando hablamos de fortalezas hablamos de aquellos pilares personales que nos permiten disfrutar de la vida y afrontar las dificultades. Ejemplos de fortalezas personales serían: creatividad, deseo de aprender, coraje, valentía, persistencia, vitalidad, amabilidad… Conocer nuestras fortalezas y aplicarlas en nuestras actividades de la vida cotidiana incrementa nuestro bienestar y nuestra sensación de felicidad.

Es importante que establezcamos objetivos motivacionales para mejorar nuestra inteligencia emocional, centrándonos en nuestros estados internos, que nos ayuden a experimentar felicidad y disfrute y nos distraigan de la tarea del cuidado para que ésta no nos resulte tan dolorosa.

Para ello, la resiliencia nos ayuda a ser resistentes y desarrollar unas habilidades que nos faciliten no sucumbir frente a la adversidad:

  • Qué tengo: apoyos externos, personas que me ayudan, que me ofrecen límites para que aprenda a desenvolverme solo.
  • Qué soy: apoyos internos de mi carácter entre los que se encuentran las fortalezas, mi experiencia y aprendizaje de la vida.
  • Qué puedo ser: puedo gestionar mi impulsividad, hacerme cargo de mis emociones, comunicar lo que me inquieta y pedir ayuda.
  • Qué estoy: a dónde me dirijo, estoy dispuesto a asumir la responsabilidad de mis actos.

Pero la resiliencia también nos ofrece oportunidades para resolver las dificultades y así:

  • Identificamos los problemas para generar estrategias que nos ayuden a no repetirlos en el futuro
  • Aprendemos a manejar nuestra emociones ante situaciones de crisis permaneciendo centrados en su resolución y no en el problema
  • Controlamos nuestra vida sin dejarnos llevar por la irrealidad y valoramos lo positivo del futuro
  • Confiamos en nuestra competencia y en nuestras capacidades (autosostén) o en el mensaje de que podemos sostener la vida, nos queremos y confiamos en nosotros.
  • Encaramos situaciones dolorosas con sentimiento de esperanza. Para ello es importante contar con una red de apoyo o de sostén en la que podamos depositar nuestras dudas y afectos.

Debemos recordar que somos el único y principal dueño de nuestra vida, que tenemos debilidades que podemos asumir para crecer y aprender de ellas, que nos podemos apoyar en aquéllas personas que nos comprenden y que nos ayudan a decidir nuestro mejor camino y, sobre todo, que atendiendo nuestras necesidades conseguiremos mantener el cuidado de nuestros seres queridos sin que nuestra salud psicológica se resienta en el proceso.

«Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento» (Victor Frankl)

Si tienes dificultades para hacerlo solo, no dudes en pedir ayuda.

María José Rebollo

Psicóloga colegiada M-14839

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